domingo, 27 de abril de 2014

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“0”

Até mil noches a mi paradoja.
Até unos cuantos cigarrillos al recuerdo.
Contemplé el silencio abrumador que
taladró mis tímpanos
en el cuarto de lo olvidado.
Busqué la renovación de tus besos,
busqué tu nombre entre mis sábanas.
El recuerdo sin retorno salió a dar aviso
del error que tú y yo cometimos
en el tiempo verdugo. (Nuestro tiempo...)
Por la noche conversé con mis dudas
y lloré sus respuestas.
Me traté de desahogar en
el mar infinito de mis palabras
y me ahogué en sueños idílicos
que me envolvieron en su perfume.
Observé hervir las aguas de mi mente
donde se pudre un Leviatán.
Observé con bonanza tu rostro
fuera del sueño.
Reflexiones infinitas dieron paso a caricias
otorgadas por la Luna de plata.
Quedé varado en el canal acuático de
tus dos pequeños senos reflexionando.
[...]
¡Y caí en el cielo de tus ojos
que los tengo que buscar sin recelo
entre el catálogo de otros arrecifes!
Pero ahora, entre los muelles de Europa,
fusionándome con Rimbaud, me percaté de que

"...las albas son siempre lacerantes."

Canción implacable con vos de fondo.

Dedicado al grande Mario Santiago. .

Me cago en Dios
y en todos sus muertos.
Me cago en la hostia
y en el coñito sudado de la virgen de las rocas.
Me cago en los muertos
Del Dios de Dios .
Me cago en los muertos
de la luna y el sol.
De Osiris y Ra.
En la soberbia de Federico Nietzsche,
en el cuerpo tembloroso de mi alma,
en la mirada incorpórea que baña mis cabellos.
[...]
En el Aleph acuoso de mis llagas
en las hojas del laurel marchito
en la vítrea desazón de mi asesino
en el embajador de mi biblioteca
en las miradas intrínsecas
en el axioma y la paradoja
en ti
en él
en la mano del placer
en la droga anidada en sus colmillos
En el ogro filantrópico y su esposa
en la tumba del azar tan manoseada.
en el sepulcro del olvido
en la catedral de los rezos mentirosos
en la roseta artística de la rosa
en el nombre que le regalé a la rosa que contemplé.
en el chivo casto y agresivo
en las circunstancias que me llevan a encender un cigarrillo
en las implicaciones que me hacen brindar por ti
por nuestro abandono.
En el querer áspero de la mañana
en el olvido crudo consolador de la noche
en el firme trastorno de madrugada.
En el abismo y resplandor
en el azar y el viento.
En las ingles sin axilas de Dios-inventamuertos
en el suave y múltiple rumor que hacen 2 lágrimas.
En el avión a la deriva que se empapa en el mar.
En el barco que se estanca en el desierto.
En mí mismo.
[...]
Buenas noches,
se cierra el telón nocturno
bajan las estrellas
y besan
nuestras almas.

miércoles, 23 de abril de 2014

Si me dices que no sabes, te enseñaré hasta que sepas. Si me dices que sabes, te preguntaré hasta que no sepas.

-Indeseable.

-La vida.

-Incorrompible.

-Las letras.

-Inmortales.

-Los muertos.

-Tan solo si los recordamos... Recuerdo.

-La vida.

-Desahuciada.

-Muerta.

-Las ilusiones.

-¿Qué es una ilusión?

-La percepción sensorial de lo que te hace feliz.

-¿Qué es una percepción?

-Aquello que no vemos pero sentimos.

-¿Qué es el sentir?

-La vida

-¿Por lo tanto la vida es una ilusión?

-En efecto.

-Una chispa, un rato efímero. La chispa que sentimos y percibimos. La chispa es la ilusión, y, reitero, la vida lo es. Entonces la muerte lo es.

-¿La muerte no puede ser el inicio de algo?

-¿Que es la vida sino la muerte y viceversa?

-Quizás tenemos equivocada nuestra idea de la vida y la muerte.

-Quizás la vida es la muerte. Y la muerte la vida.

-¿Y qué si no son nada?

-Quizás todo es ambiguo. Como este texto...

Poema III

Los bufones se acercan a mi sombra
y ríen de gracia por lo que ven:
una máscara deshecha por los
ánimos entrantes de la vida.

Los bulevares se tornan inseguros
y deforman cada llanto articulado
por mi vieja garganta
intimidada por la luna.
(Espejo celestial).

Los bailes enmascarados que gritan
al oído de mi amada
"bajo tu cama y en los bordes de ella
se encuentran pequeños arroyos
de flores marchitas. Ten cuidado"
me hace perder mi rumbo mefistofélico.

Y en la noche la niebla moja algo más que mi vista
dejando a su paso cartas sin correspondencia.
[...]
¡Y mi alma camina por
senderos de melancolía!
Un tren, un bar en la madrugada,
una lámpara de noche, una botella.

No soy la pólvora de una esquina,
no soy la nube que se asoma por tu ventana,
no soy la espina que toca tu inspiración.
"No soy el cómplice callado de tu palabra..."

Para una desconocida.



I
La contracción muscular,
en el pecho,
te hizo doler al amor.
Te hizo odiar al amor y
amar al odio.

II
Los horizontes se manchan
de triste melancolía
dejando el resplandor crepuscular
en segundo plano.
La virtud de ver en ojos ajenos
lo que no encuentras en los tuyos
es digno de almas guardadas
en el infierno de los corazones que
anhelan amor.

III
Nubes.
Van y vienen nubes.
Esponjados colchones
de cada estrella en el firmamento.
Quisiera ser tu nube,
porque la estrella ya eres tú,
que brilla con la intensidad
de mil soles apagados
y con la oscuridad de
dos mil noches encendidas por un cigarro.

IV
Tu tez morena,
como la más fina tela en bronce,
tu tez morena,
condimenta mis horas encontradas
bañadas por el rocío.
Y en mi boca la caña de azúcar,
mezclada con café y tabaco,
los sabores danzan al ritmo de una solea.
Y en mis oídos el deleite de tu voz bohemia
las guitarras se alegran al silencio de nuestras almas.

Poema II

Levadura invisible,
dulce momento callado en donde nuestros ojos se unieron inequívocamente.
Al vernos, nuestras catedrales internas se quemaron y quedó sólo la estructura del sentimiento descorazonado de los dos.
La noche que nos baña derrama sobre nuestros cráneos ganas de quedarse atados.
Y mientras el café baja por nuestra garganta y se crea un Safari gustativo, la incertidumbre del mañana crea tumores en nuestras sienes que para calmar su bravura masajeamos nuestras lunas eclipsadas. Dime, querida mujer blanquecina, ¿qué habrá mañana? ¿Morirá otro grande? ¿O morirá sólo nuestro amor? ¿No es acaso lo mismo?
Descansa, maldita asesina de noches con insomnios repetidos. Descansa en la palma de Hades con Presnier de fondo.
Descansa, porque quizás no haya un mañana y debas estar preparada.

martes, 22 de abril de 2014

Similitudes a tu persona.


Prólogo.

‘’Tu alma se encontrará sola a sí misma
en medio de oscuros pensamientos de las piedras de la tumba gris.
Nadie, entre toda la multitud, espía
en tu hora de secreto. ’’
“Solo-Edgar Allan Poe”.

I El tabaco.

Veneno corrosivo que destruyes mis entrañas.
Cilindro delgado, seductor
que encierras mi odio y egoísmo en pequeñas
partículas de cadmio, CO2, amonio, alquitrán
y mucha más mierda.
Te respiro de vez en cuando, y te disfruto.
Otras me asqueas.
Hoy, por ejemplo, lastimaste mi garganta.
No puedo gritar. Hoy, por ejemplo,
quiero que te vayas y no regreses nunca más.

II Velas.

Danza evocando la dulce libertad pícara
encadenada a la mecha.
Mancha tu torso del sudor que emana de ti:
significa tu vida en efímeros tiempos de calor.
[...]
Al fin y al cabo todo es negocio:
Dame tu luz y tu calor,
yo te entregaré cariño, fuego y
trozos de  amor.

III El sueño.

Te veo distante y quiero acariciar tu pelo.
Tomar tus caderas y fundirlas en mis labios.
Eres como un sueño, sí, un sueño:
bella,
alterna y divergente,
contraída en ficciones deseables.
Pero...
Lo irónico, querida, lo más irónico de todo
es que al sueño (o a la pesadilla)
la olvido y queda perdida en el laberinto mental.

IV Patíbulo.

Sé que tus ojos pueden besar a los míos;
yo quedar encantado e ir hacia ti
mientras planeas mi muerte.
Voy. Esperas. Avanzo. Contemplas.
Llego, me encuentro con tu boca que me rodea
el cuello cual soga verduga.
Yo, drogado por tu aroma no respondo.
Mientras nos besamos miro tus ojos: el abismo.
Y caigo.
Estoy ahorcado.
Y no por falta de aire.


V La muerte
Arrancas vida con cada suspiro,
tomas mi aire, te lo llevas.
Lo depositas en un cuerpo ajeno esperando nacer.
Muerte, a veces te llamas.
Temida y alabada.
Claro, ¿cómo no alabar a la única
madre del eterno descanso?
¿Cómo no temer a la venda que
nos cegará por la eternidad?

Intermedio
Mujer colorida,
hombre daltónico.
Desesperados buscando
su arcoíris en la noción
perdida del tiempo.

VI El mar.
Inmenso y hermoso.
Te creemos infinito, pero hasta tú tienes tu horizonte.
Te veo y sumerjo mis deseos en tu alma.
Te veo y siento que soy un punto
al límite de un continente.
Siento que soy un “nada”,
el Atlántico frente mío.
Vistes de coral bañado en sales marinas.
Creí explicarme el océano finito.
Pero fue sólo frente al solo en que comprendí
que los vicios que nos matarán
no serán el fumar o el beber,
sino la verdadera ambigüedad de nuestras vidas:
vernos y no tenernos.
Y viceversa.

VII La vida.

Incierta y silenciosa.
Amada y temida.
Bendita hermana ambigua de la muerte.
Dime, vida,
¿algún día amarás mi alma o
seguirás dejando que tu gemela
me bese los labios?
Sé que llegas, juegas y abandonas
a la suerte mortal, pero los poetas
no podemos morir. Y menos cuando te creamos metáfora.

VIII La mañana que proyecta su luz.
Luz que prepara mi ritual monótono.
Luz que se cuela por mi ventana,
alumbra mi cerebro y da
vida a tu imagen.
Luz, cegadora compañía,
quiero que estés conmigo,
sí, pero no sacies esas ganas.
No vengas ni aunque te lo pida.
Porque, Luz, sin ti
no estaría escribiendo este poema,
no quiero poseerte. Quiero contemplarte.

IX La noche que esconde su luz.
Noche, dulce oscuridad
que manchas cada uno de tus recuerdos.
Los coloreas y magnificas en
dimensiones imperdonables.
Noche, embriágame con tu desdén.
Noche, arrúllame con tu querer.
Noche, maltrátame, despójame,
jódeme, maldíceme, lo que gustes…
pero no permitas que
me abrume tu falta.

X Un paraguas.
Paraguas, mojado.
Empapado y ebrio,
más por las lágrimas que
por la lluvia.

XI Ángel.
Puro y santo.
Se respira tu
bendita analogía celestial.
Dame tus alas, o
al menos llévame a viajar
por el mundo de corazón a corazón.
Llévame a dar testimonio de Morfeo.

XII Demonio.
Impío y maldito.
Sabe tu esencia a
confusión maquillada de azufre.
Dame tus alas, o
al menos llévame a mendigar
en cada cerebro.
Llévame a arrancar el sueño.

Epilogue
Le coeur content, je suis monté sur la montagne
D’où l’on peut contempler la ville en son ampleur,
Hôpital, lupanar, purgatoire, enfer, bagne,
Où toute énormité fleurit comme une fleur.
Tu sais bien, ô Satan, patron de ma détresse,
Que je n’allais pas là pour répandre un vain pleur;
Mais comme un vieux paillard d’une vieille maîtresse,
Je voulais m’enivrer de l’énorme catin
Dont le charme infernal me rajeunit sans cesse.
Que tu dormes encor dans les draps du matin,
Lourde, obscure, enrhumée, ou que tu te pavanes
Dans les voiles du soir passementés d’or fin,
Je t’aime, ô capitale infâme ! Courtisanes
Et bandits, tels souvent vous offrez des plaisirs
Que ne comprennent pas les vulgaires profanes.
                                                           -Charles Baudelaire.

Diario de los días que pasan diariamente.


Día 1 de tantos...

12 colillas en el cenicero de barro que compré en una tienda de artesanía purepechá.
Cabello revuelto. Rebelde.
Ojos rojos. Presión en la cabeza. Olor a sudor maquillado con desodorante, humo y una colonia barata que compré indiferentemente en la tienda de abarrotes frente a mi hogar.
Así eran mis mañanas.
A pesar que los cigarrillos no los consumía yo, sino el tiempo, me agradaba el olor en mi presencia.
Sí, así eran y son. Revuelta como mis huevos que están en la mesa.
Como mi pelo. Como mi vida.

Descansaba mis nalgas en una vieja silla de madera con un colchón. Trova y bosanova resonaban en las ventanas. Un café sin endulzar. Un cigarrillo muriendo (otro más). Mi platillo. Tenedor viejo. Un bolillo duro. Y una mueca de insatisfacción.  

"Pura mamada, imbécil. No sabes ni qué hacer con tu pinche vida. Sería bueno que terminaras de engullir tu amarga comida, te levantaras, te pusieras el viejo abrigo para cubrirte de la lluvia y salieras en busca de una senda".

Un día más, uno menos... Me vi en el reflejo del espejo. Triste, lóbrego y decaído.
Lavé mis dientes con el mismo cepillo viejo. Escupí todo.
Me vestí... Calzón limpio. Calcetines limpios. Pantalón sucio. Camisa a medio uso. Abrigo sucio. Digo, pa'mantener el puto equilibrio.

Llaves. Cartera, vacía pero "cartera", para lo que literalmente sirve. Encendedor viejo y azul. Mis arrugados Faritos de 25 pesos. Celular, aunque nadie me llame. Audífonos, para aparentar estar dormido en el metro y no ceder lugares. Gafas chuecas. Mochila, libros, libretas, bolígrafos y lápices. Monedas casi oxidadas que suman la cantidad de 76.40 centavos. Y mi corazón dentro.

"Fuímonos riendo chimuelos, pendejo. A ver qué encontramos hoy en esta desahuciada avenida".
Misma esquina, misma gente...

"Qué pedo, Don Miguel. Buenos días. Ya sabe, nomás déjeme checo la primera plana del periódico y yo largo".

Lo mismo de siempre: asesinatos, choques, muerte y errores.
"Lo común... Nada nuevo."

Y me fui... A ver qué chingados hallo en esta vida repugnante que enmascaro de felicidad.

"Que lindo es encontrare hoy, María... ¿Cómo has estado?".

[...]
Patético...