martes, 20 de mayo de 2014

Anécdota de un viento que se fue sin decir adiós.

I
Callado y silencioso
el indeciso merodea por las escaleras.
Confuso, tararea una canción
que le recuerda aquella noche
en que lo dejaron abandonado,
tirado, escupido en el pavimento
de aquella avenida oscura.

II 
Sube las escaleras.
Mira hacia arriba y ve
su espiral eterna.
Él sabe muy bien que arriba
de aquél sinónimo de libertad
le espera el más grandioso Réquiem.

III 
Callado y silencioso
el ratón sigue subiendo.
Cae y retrocede por la duda.
El ratón decide subir.
Angustiado, prende otro “Lucky” azul.
Inhala. Exhala.
Sigue subiendo.
¿Pero que la subida no es el
regreso a su mismo inicio?

IV
Ya arriba. En la azotea.
Mira hacia el horizonte, las figuras se metamorfosean.
Tira la colilla del cigarrillo pero se arrepiente.
La recoge de nuevo y con ella
se dispone a acabar su última cajetilla.

Sentado en el barandal de la azotea.
Exhala la última bocanada de humo.
“A la reverenda chingada”. Arroja la colilla.
Se dirige hacia el borde del edificio.
Se inclina para observar su colchón y lo que ve
es su Réquiem vibrando sus tímpanos.
Piensa que no quiere nada más que dormir.
Se arroja a su colchón.

VI 
Mientras cae, cómodo y tranquilo,
casi feliz,  piensa:
“¿Quiero un mejor lugar o una mejor forma para caer?”

VII 
Ruido en la radio.
Gritan las bocinas anunciando
la buena noticia a los que gustan de malas noticias:
“Otro desahuciado se arroja de la Torre Médica de las Lomas. Lo hallan muerto”.

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